“El gobierno de Perú ha sido blanco de fuertes críticas por rechazar una donación de US$2 millones ofrecida por Alemania para construir un museo en recuerdo de las víctimas de violencia armada que asoló el país en la década de los '80 y '90.”
Dan Collyns.
BBC
Durante la fabricación del Arca, Noé paseaba nervioso, horas confusas meditando.
“¿Y si olvidara a alguien? ¿Y si tanto árbol destruido no sirviera de nada? ¿Y si fuera una alucinación la voz escuchada y no lloviera nunca?”
Semana tras semana titubeando, elaborando listas, pidiendo noticias de animales extraños, asegurándose de su existencia por boca de otros. Una empresa grandísima a sus espaldas. Le quedaba la fe, allí flotaría en último caso.
Una madrugada tras la deriva del insomnio escuchó al otro lado de su puerta una especie de rasgueo alborotado, constante. Se acercó curioso, expectante, al abrir se encontró una ardilla gris y sonriente: “Noé, he venido por si te olvidaras de mi. No quiero perecer, vienen tiempos difíciles, estoy aquí para ayudarte. Traigo un inventario de animalillos poco visibles, con seguridad puede servirte de algo. Por ejemplo: Las hormigas soldado, vistas solo cuando atacan. La araña muselina habitante silenciosa en las copas de los árboles rojos. El elefante enano nunca se deja ver, vive lleno de rencor, avergonzado por la miniatura de su sombra. El canguro duplo bolsa, huye por temor a ser utilizado como animal de carga. Mi agenda particular tiene especies raras que estoy segura no has visto, ni sospechado en tu vida de su existencia.”
Noé dio un salto de alegría, asegurando, la providencia era acertada con él. Cargó a la ardilla, a sus papeles infinitos, la puso en su despacho presa de una alegría apenas disimulada.
Contento, prosiguió la empresa de la construcción del Arca. Conforme pasaban los días advirtió que la ardilla cambiaba de colores, de hábitos alimenticios, de voz, de olor.
No entendía la causa de sus mutaciones. Ella enloquecida contaba historias creciendo en detalles y grandilocuencia. Sus entramadas narraciones confundían formas y espacios ocupados por animales cada vez más increíbles.
Una paloma agradecida con Noé, conversando sosegada le contó:”El problema surgió cuando se creó a las ardillas, un Dios despreocupado les dio alegría, humildad, actitud trabajadora, adaptación a cualquier medio. Terminando su tarea, al compararse con este simpático animalito, reconoció que sus virtudes superaban a cualquier Dios. Para vengarse de esos atributos la castigó con la pérdida de la memoria.”
Noé confuso sonrió y supuso que la paloma, chismosa por naturaleza, había inventado esta historia para desprestigiar a la pobre ardilla. Con la cara hecha una noche, Dios habló por quinta vez con Noé. Bebieron varias cervezas y hablando de mujeres rubias propuso mantenerlas como un género distinto al resto de las mujeres .Noé tímido entre bromas preguntó: “¿Es cierto que la ardilla no tiene memoria?”
Dios serio y circunspecto, avergonzado de su mala obra, dejó la bebida dando un discurso vacuo acerca de la inconsistencia de la memoria. Luego de escuchar a Dios, Noé respondió:” Será lo que digas pero en realidad es una tremenda putada. ¿Quién le dirá a la ardilla el lugar donde esconde su despensa para soportar el invierno? Dios repuso: “Los climas y las premoniciones”.
¿Quién le dirá a la ardilla si es hembra o macho? “Los instintos y los calores” respondió Dios ¿Quién le dirá su misión vital? Dios recogió su atado y salió sin despedirse, indignado.”
Noé, quieto y taciturno, no sabía realmente contestarse a si mismo.
¿De qué serviría salvar a la humanidad, al total de sus especies, si alguno no tuviera recuerdos? Los recuerdos son el combustible para avanzar en los caminos difíciles y sinuosos. Las nostalgias son una llama alumbrando la oscuridad del miedo. La hoguera que abriga cuando el dolor espanta.
Noé llevó a la ardilla en su viaje .En el transcurso de las tormentas la ardilla no dejó de inventar historias sobre su origen y su vida Noé la amó calladamente. Un ser desmemoriado está condenado a vivir la mitad de su destino.
Los demás animales compadecidos, distrajeron sus miedos a los rayos, los truenos, las olas altísimas, violentas y salvajes. Ensimismados atravesaron un diluvio para salvarse y lo terrible fue viajar junto a un ser destinado a olvidar.
Lo que nunca fue posible olvidar para ellos, fueron los cinco minutos antes que la primera gota comenzara a caer. Apareció Dios agitado y odioso metiendo de manera prepotente a varios enchufados al Arca. A los obispos los calificó de animales pastores, a los presidentes, de aves migratorias. Puso a los banqueros en una jaula dorada y adujo que su existencia controlaría la población excesiva de la raza eterna de los pobres. A los militares los calificó de osos centinelas de lo correcto. También dejó una caja luminosa de madera emitiendo luz azul resplandeciente. Sería la nodriza del futuro, llenaría de deseo consumista a la humanidad, extirparía nuestro afán de rebeldía cuando empachados de religión y siglos quisiéramos cambiar los órdenes estrictos. La llamó televisión, ella desviaría los impulsos de la memoria. Colmándonos de desinformación constante. Quien lleva dos relojes se arriesga a no saber la hora exacta.
La rabia de esa injusticia, más la historia triste de la ardilla convenció a los animales de adquirir la costumbre de estar despiertos a horas diferentes de los hombres, evitando enfrentarse y recordar rabiosos ese terrible altercado. Indignados cortaron el lenguaje universal con el que se habían comunicado hasta entonces con los seres humanos.
La ardilla dejó un silencio premonitorio. Llegada a la tierra seca se instaló y reacomodó ciega en manos de su suerte. Sabemos su lucha cotidiana por recordar algo suyo. La falta de recuerdos desmorona cualquier sueño. Su vacío interior a veces la ha transformado en plaga, en inmigrante, en terrorista, en fanática religiosa, en delincuente común. Otras veces, en lámina colorida para ser estudiada como animalito extinguido. Muchos seres humanos nos negamos a ser esa ardilla castigada, desmemoriada. Dios nunca ha dado explicaciones cabales de porqué el olvido domestica cualquier acto progresista.
Ahora recuerdo el Holocausto judío, Ayacucho, el mandato de Allende, la sangría de Ruanda, la matanza de Gaza, la operación Cóndor .Las Torres Gemelas desmayándose, el tren de cercanías del Madrid 11M, lo inaudito de Ciudad Juárez…
Carnicerías confirmando que el olvido solo es interesante para los verdugos.
Jamás treparé a los árboles para olvidar la tierra.
Richard Villalón
http://www.richardvillalon.com/
Sábado, 14 de marzo de 2009