Aquel domingo de ramos la vida cambió. Ella sintió a toda la banda del pueblo soplando sobre una desnudez que ella misma desconocía. Ella y la banda caminando desnudos por las calles empedradas. Ella y esos niñatos catetos soplándole detrás de las orejas, taladrándola con el sonido y haciéndola esa muñequita nunca aparecida en su espejo. Ella la última de muchas hijas. La que odiaba dar de comer a las gallinas, la que destrenzaba los equívocos de su abuela con Alzheimer. Ella la que queriendo estudiar inglés se hizo la más extraña del lugar. ¿Para qué estudia una niña inglés, si sus amigas solo hablan de casas futuras, hijos futuros y de los inmigrantes que roban trabajos a los españoles?
Ella ese domingo de ramos se vio sobre la borriquita, llena
de laureles y una multitud embelesada llamándola por su nombre: Rocío. Rocío
como un aliento, Rocío nublando los deseos de todos esos chicos de la banda.
Rocío como reina de una primavera feroz pertinaz y sacrílega.
Rocío sintió que el sudor de los hombres también puede ser
agua bendita para las que no tienen refugio en sus propios sueños. Rocío quería
huir y hablar inglés y ser María, la madre de todas las publicidades del mundo.
María que en inglés es Mariah y en inglés llorar y en inglés usar otros acertijos
para despistar a la soledad.
A los 16 años Rocío Mariah ya sabía que lo que vendría sería
una pasión con cruz a cuestas. Toda la vida. Una cacería implacable. Solo
esperar a que la escogieran y escoger sin discernir. Ella y su futuro, casados
como en una crucifixión. Un fuego lento con olor a potaje, una manía cotidiana
de despertar para lo mismo. Rocío por eso se armó de valor y regresó de noche
al parque, donde ensayaba la banda. Esa Semana Santa supo que el misterio es la
mitad de la belleza y que los de las bandas compiten en aire y arrojo cada
ensayo. Ella y sus piernas blancas en la oscuridad, ella y sus labios
enrojecidos. Cazando hombres en ciernes, llenos del fervor de cada Semana
Santa. Ella y los chicos de la banda entregados y riendo de la rapidez de
algunos, de la zozobra de los otros. Y los ya atendidos siguiendo con las
marchas para que el pueblo no descifrara que esa Semana Santa era una ofrenda a
otros dioses más antiguos y menos severos.
Rocío Mariah en inglés jadeando, ingles de todos los
sabores, los chicos de la banda resoplando y resoplando hasta calmar la sed que
ciertos náufragos cargan antes de nacer. Rocío Mariah se hizo Santa esa semana.
Regaló amor y dispersó el dolor de esas almas. Rocío no pensó en los pecados -
no hay ninguno que hable del amor gratuito y en grupo-.
Pensó que el amor es un globo aerostático y desde esa altura
entre sones procesionales se elevó a los cielos.
Villalón