Alfonsino
Stormy
Desde este cuarto he visto un niño
devastado
Ahogándose en polvo cenizo, dentro de
una ambulancia,
Con la mirada esquinada por la
esquirla y la sinrazón del odio.
Lejos de explicarse ese juego de furia…
Va contando por sus ojitos
Esa descarga estrepitosa que le dejó sin
padres,
Sin vidrios… su alma sencilla.
R
.Villalón
Amo el
mar. Ese perpetuo amor al mar, paradójicamente me ha dejado la vida, huérfana
de mar.
Con
cuentagotas, cual minutero minucioso, lo dosificaron. Cuanto más quería que una
brisa salara mis lágrimas, haciéndolas cristal,
cayendo como un diamante extraño sobre
los pasos dados tantas veces, no sabiendo donde ir, donde llegar…
Ahora
recapacito, afirmo, reclamo llorar felizmente, pacíficamente… Ahogarme en lágrimas
sordas, venenosamente dulces, enteramente ausentes. En el ritmo secreto de mi esfera,
en el itinerario roto de mi horóscopo trastocado, bajo la salvedad de no temer
angustiarme al reprimir el llorar. De niño suponía, escuchando la sinfonía
secreta de las caracolas: El mar es el lecho donde van a dormir cansadas las lágrimas sin llorar. Hasta ese
mar no consigo llegar…
Soy un
argonauta cargando triste en sus pulmones, en sus sueños verdes, en su estomago, la maldición salitre del no
poder llorar. En peso llevo un mar gaseoso, azul oscuro, violentas e iluminadas
tormentas .Gritos de naufragios estrepitosos, barcos inconformes con sus cubiertas
saturadas hasta el estropicio, llenas de arena…
Este
año no he visto el mar. No gané suficiente para atisbar sirenas, contar en
resacas lo dejado de gozar. No di doce vueltas contrarias al reloj, en esa
locura de espuma y felicidad inmediata que era mojar y diluir mí rabia,
limpiarme del dolor, del agobio, del miedo.
Este
año sigo viviendo con quien amo, amándole intensamente. Le amo hasta dolerme
los huesos, la lengua se me cocina, mis cicatrices se abren, sólo le amo, solo.
José María a quien el tiempo otra vez, me hace hablarle
de Ud.
Él
hace olvidar las olas por donde puedo salvarme, las algas tumultuosas, densas que
hacían crecer mis sueños en mis años limeños. En la simetría imperfecta de los
corrales de Haifa, en mi jaula dorada de Ámsterdam, en las calles oscuras de
Londres, en la fuente trabada de Roma, en el Madrid con palacios de vidrio, en
la rabiosa velocidad del México DF, en el infinito azul del lago de Locarno…
Este
verano feroz mi gato está algo enfermo, como sospecho está mi vida. Si muriese,
ninguna casera del mundo me sacaría de esta casa. Mi espectro atormentaría cada
baño, salaría su comida. Caería en cada hoja del ficus con una nota
espeluznante. El agua que tiraran, jamás se secaría, haciendo un charco eterno
lo que les reste de alegría.
Con
estos horrorosos datos, temo por la estructura de los muros donde se sostiene
mi desmemoriada cordura. Caigo como la
marioneta ufana que supuso ella misma cortar esos hilos que la ataban a lo
malo, pero de todas maneras, lo jodidamente real. Me recupero aunque el
cansancio de este cumpleaños se delata en mis manos. Escribo deletreando
mal la palabra amigo. Tacho la palabra amante,
hay siempre una llamada sin sonar en este teléfono anhelante, seco, contraído.
Me han
mentido porque me he dejado.
Este
año estoy al borde, bailando los aplausos de otros años, cediendo mi
cintura al ritmo del caos, bailando,
bailando la voz tozuda del silencio. Una aguja vive cada sábado en la madrugada persiguiéndome…
bordando el insomnio con aves moradas, huevos de porcelana, uvas torcidas.
Cantando,
mi voz me rescata .La cama ata, delata, desata. Canto, sabiendo a ciencia
cierta quien no quiere que cante. Para los productores sordos a mis llamadas. Canto
porque esa es la misión, el vericueto, su formal amuleto.
El
mismo diablo sentado en la escalera donde me corto las uñas, soba mi hombro-hambre,
casi gritando afirma: “Nuestro amor es superior, sigue cantando”… No se resigna
al infierno que le he inventado. Una vez hecho el pacto, no sospechó. Cada
demonio tiene su demonio y medio. Ahora lo tengo lavando historias, secando esmaltes, usando la rueca
para hacer mis hilos, buceando en la
lava para encontrar mi mejor anillo. “Demonio que roba a demonio tiene un
infierno de perdón”. El pobre diablo aun no se entera...lo peor hacia él, es mi
falta de compasión.
He
sido mil talismanes para diez desgracias, una gastritis tramada con tendinitis,
trece juguetes a punto de perder sus espadas. El naipe que falta para completar
la tirada. La sal del aire, una lamparita bizca viajando a lomos de alguien huyendo
del Nepal…
Así abrí
castillos, casas, piernas, vaginas, penes,
penas. Rompí floreros dejando sedientas
flores, oxidando de golpe sus colores. Una mosca con patas largas deambula en
este ordenador, cual contraseña concreta.
Hay
señales. Una mujer lavándose en un bidet recuerda mis manos advirtiéndole en un
teatro de pueblo: Los hombres son una maquinita, al final si no sabes apagarla
en el momento exacto, cortan, siegan, te dejan la vagina seca, los brazos
extrañando su extraño peso. Los hombres son esa toalla tirada en medio del baño,
un condón amarillo, poco lleno, el papel higiénico atascando el water…Los
hombres te hacen cantar cuando están desparecidos o pasas desapercibido en sus
vidas de galeotes. Los hombres rugen como el mar, ahogan como el mar, fascinan
como el mar, te inundan como el mar, dan abismos sin anestesia en menos de un pestañeo,
un descuido fugaz…Los hombres para las mujeres son irremediablemente
iguales como para los hombres.
En mi cumpleaños,
reclamo el mar… Déjenme llorar sin prejuicios, desnudo, con la capa de Superman
babeada, meada, cagada en medio de estas guerras.
¡Exijo
a gritos llegar al mar! ¡Es lo único que me diferenciará de los muertos! ¡Poder
Llorar!
Richard
Villalón
Sevilla, 23 agosto
2016