martes, 23 de agosto de 2016

Alfonsino Stormy

Alfonsino Stormy

Desde este cuarto he visto un niño devastado
Ahogándose en polvo cenizo, dentro de una ambulancia,
Con la mirada esquinada por la esquirla y la sinrazón del odio.
 Lejos de explicarse ese juego de furia…
Va contando por sus ojitos
 Esa descarga estrepitosa que le dejó sin padres,
Sin vidrios… su alma sencilla.
R .Villalón



Amo el mar. Ese perpetuo amor al mar, paradójicamente me ha dejado la vida, huérfana de mar.
Con cuentagotas, cual minutero minucioso, lo dosificaron. Cuanto más quería que una brisa  salara mis lágrimas, haciéndolas cristal, cayendo como un diamante extraño  sobre los pasos dados tantas veces, no sabiendo donde ir, donde llegar…
Ahora recapacito, afirmo, reclamo llorar felizmente, pacíficamente… Ahogarme en lágrimas sordas, venenosamente dulces, enteramente ausentes. En el ritmo secreto de mi esfera, en el itinerario roto de mi horóscopo trastocado, bajo la salvedad de no temer angustiarme al reprimir el llorar. De niño suponía, escuchando la sinfonía secreta de las caracolas: El mar es el lecho donde van a dormir  cansadas las lágrimas sin llorar. Hasta ese mar no consigo llegar…
Soy un argonauta cargando triste en sus pulmones, en sus sueños verdes,  en su estomago, la maldición salitre del no poder llorar. En peso llevo un mar gaseoso, azul oscuro, violentas e iluminadas tormentas .Gritos de naufragios estrepitosos, barcos inconformes con sus cubiertas saturadas hasta el estropicio, llenas de arena…
Este año no he visto el mar. No gané suficiente para atisbar sirenas, contar en resacas lo dejado de gozar. No di doce vueltas contrarias al reloj, en esa locura de espuma y felicidad inmediata que era mojar y diluir mí rabia, limpiarme del dolor, del agobio, del miedo.
Este año sigo viviendo con quien amo, amándole intensamente. Le amo hasta dolerme los huesos, la lengua se me cocina, mis cicatrices se abren, sólo le amo, solo.
José María  a quien el tiempo otra vez, me hace hablarle de Ud.
Él hace olvidar las olas por donde puedo salvarme, las algas tumultuosas, densas que hacían crecer mis sueños en mis años limeños. En la simetría imperfecta de los corrales de Haifa, en mi jaula dorada de Ámsterdam, en las calles oscuras de Londres, en la fuente trabada de Roma, en el Madrid con palacios de vidrio, en la rabiosa velocidad del México DF, en el infinito azul del lago de Locarno…
Este verano feroz mi gato está algo enfermo, como sospecho está mi vida. Si muriese, ninguna casera del mundo me sacaría de esta casa. Mi espectro atormentaría cada baño, salaría su comida. Caería en cada hoja del ficus con una nota espeluznante. El agua que tiraran, jamás se secaría, haciendo un charco eterno lo que les reste de alegría.
Con estos horrorosos datos, temo por la estructura de los muros donde se sostiene mi  desmemoriada cordura. Caigo como la marioneta ufana que supuso ella misma cortar esos hilos que la ataban a lo malo, pero de todas maneras, lo jodidamente real. Me recupero aunque el cansancio de este cumpleaños se delata en mis manos. Escribo deletreando mal  la palabra amigo. Tacho la palabra amante, hay siempre una llamada sin sonar en este teléfono anhelante, seco, contraído.
Me han mentido porque me he dejado.
Este año estoy al borde, bailando los aplausos de otros años, cediendo mi cintura  al ritmo del caos, bailando, bailando la voz tozuda del silencio. Una aguja vive  cada sábado en la madrugada persiguiéndome… bordando el insomnio con aves moradas, huevos de porcelana, uvas torcidas.
Cantando, mi voz me rescata .La cama ata, delata, desata. Canto, sabiendo a ciencia cierta quien no quiere que cante. Para los productores sordos a mis llamadas. Canto porque esa es la misión, el vericueto, su formal amuleto.
El mismo diablo sentado en la escalera donde me corto las uñas, soba mi hombro-hambre, casi gritando afirma: “Nuestro amor es superior, sigue cantando”… No se resigna al infierno que le he inventado. Una vez hecho el pacto, no sospechó. Cada demonio tiene su demonio y medio. Ahora lo tengo lavando  historias, secando esmaltes, usando la rueca para  hacer mis hilos, buceando en la lava para encontrar mi mejor anillo. “Demonio que roba a demonio tiene un infierno de perdón”. El pobre diablo aun no se entera...lo peor hacia él, es mi falta de compasión.
He sido mil talismanes para diez desgracias, una gastritis tramada con tendinitis, trece juguetes a punto de perder sus espadas. El naipe que falta para completar la tirada. La sal del aire, una lamparita bizca viajando a lomos de alguien huyendo del Nepal…
Así abrí castillos, casas,  piernas, vaginas, penes, penas. Rompí floreros  dejando sedientas flores, oxidando de golpe sus colores. Una mosca con patas largas deambula en este ordenador, cual contraseña concreta.
Hay señales. Una mujer lavándose en un bidet recuerda mis manos advirtiéndole en un teatro de pueblo: Los hombres son una maquinita, al final si no sabes apagarla en el momento exacto, cortan, siegan, te dejan la vagina seca, los brazos extrañando su extraño peso. Los hombres son esa toalla tirada en medio del baño, un condón amarillo, poco lleno, el papel higiénico atascando el water…Los hombres te hacen cantar cuando están desparecidos o pasas desapercibido en sus vidas de galeotes. Los hombres rugen como el mar, ahogan como el mar, fascinan como el mar, te inundan como el mar, dan abismos sin anestesia en menos de un pestañeo, un descuido fugaz…Los hombres para las mujeres son irremediablemente iguales  como para los hombres.
En mi cumpleaños, reclamo el mar… Déjenme llorar sin prejuicios, desnudo, con la capa de Superman babeada, meada, cagada en medio de estas guerras.
¡Exijo a gritos llegar al mar! ¡Es lo único que me diferenciará de los muertos! ¡Poder Llorar!


Richard Villalón
Sevilla, 23 agosto 2016