Defino lo que es un “Criollo” en Perú. Un criollo es un mestizo, padre blanco, madre india. Madre negra, padre cholo. Madre china, padre negro y así hasta agotar las posibilidades del cruce racial. La colonización española tuvo a bien dejárnoslo de herencia. Los criollos urdieron la supuesta independencia americana y reclaman cierta aristocracia rancia, surreal. Han sobrevivido soñando rescatar sus títulos y un oro robado cinco siglos atrás.
Los criollos son la exaltación manifiesta de la patria. Cultivan a fondo las tradiciones, (¿hay alguna tolerante?) radicales fundamentalistas, más papistas que el Papa, religiosos a ultranza, patriotas trasnochados y por supuesto muy alegres, muy chistosos. Vivir es un lugar para reírse. Cuidan sistemáticamente de diferenciar a los demás con respecto a su origen étnico, aquí viene lo aclaratorio, son ciudadanos a los cuales la vida les ha beneficiado de manera directa. Por supuesto aborrecen su origen racial y aplauden su situación económica. Un criollo es un ser malabarista, intrigante, poco cultivado, con un orgullo exacerbado con respecto a su “peruanidad”. Dividen al mundo en su corto cerco. Afirman que los chinos ponen tiendas en todas las esquinas del planeta, los negros son ladrones, las cholas son putas y los indios, son asquerosos. Comprenderán, son la máquina infinita de un racismo letal y eficiente.
Aclarado esto paso a reseñar mi experiencia y la razón de mi analogía del criollismo peruano con el flamenco.
Desde temprana edad viví cantando en el círculo criollo del Perú. Una especie de Joselito desencantado de cualquier régimen. El destino, la providencia, mi talento para huir ,me hicieron vivir desde los 14 años fuera de mi país de manera interrumpida.
Tengo que contar que mi madre es chola, hija de indio cuzqueño y su madre, mi abuela, era chilena, hija de chileno de origen vasco, y de madre inglesa. Por parte de mi padre mi abuelo fue de Trieste (Italia) judío sefardita. La madre de mi padre fue negra retinta, bailarina contumaz y curandera en los ratos libres que sus dieciséis hijos la dejaban respirar. Este curriculum me define con las características propias del criollo peruano. Nací zambo y crecí blanco. Educado en colegios de curas agustinos españoles y las sábados en la Sinagoga mas pobre de Lima.
Bendigo las circunstancias sexuales de mi vida, ellas me libraron de los dioses tutelares de varias culturas .Entregándome de manera religiosa a la magia de la plenitud, la diversidad y la libertad sexual. De esto último, han dicho hablando mal de mí, que simplemente sería el argumento utilizado por un Bonobo (*) defendiendo su promiscuidad.
Ahora paso a describir mi experiencia con el flamenco en Sevilla capital.
El Arte es como el amor, apenas buscamos razones, explicaciones, disecciones, lo destruimos. Cuando aprendí en mi país el folklore caí en la fascinación de participar en un acto mágico y colectivo. Es increíble como algunos ritmos hacen reaccionar a nuestras venas, cómo el corazón logra acompasarse. Provengo de un país donde la vida se dice cantando. La alegría del existir, las dificultades para atravesar el mundo, la sensación del amor y el dolor del abandono.
En Perú se canta casi todo. Lo callado es lo peligroso. Llegado a Sevilla el flamenco llamo especialmente mi atención. Mi fantasía más saludable era nunca encontrar “criollos peruanos” disfrazados en otras pieles. Las sevillanas, las soleas, las bulerías…haciendo fluir la sensación de unidad cuando uno asiste a una fiesta en cualquier lugar del mundo. Estaban aquí brillantes en expresión y soberanía. Ese conglomerado de carga emocional que arrastra el acto colectivo recrea el arte popular con su color de siglos. Llegué a la conclusión que disfrutar del folklore es una manera de sentirse mas demócrata, menos burgués culpabilizado. Hablar de lo flamenquito como algo personal parece ser un síntoma de pluralidad y amplitud. He visto a directores de algo, a señoras muy compuestas arriarse las faldas pasados los tres cubatas y entrar en un especie de trance vudú reencarnándose en gitanas puras. Cualquier acto musical esta cargado de una simbología nacionalista y social.
Una noche en medio de una fiesta de Feria sevillana, los feriantes preguntaban qué había pasado con el grupo de “flamenquitos” contratados. No llegaban.
Los dueños de la caseta contaban maravillas de sus cantes y lo gitanos que eran. Incluso ellos mismos, pasadas las horas, comenzaban a exagerar sus conocimientos de gitanería con acentos impostados. Llegadas las cinco de la mañana en medio del barullo y el desconcierto por la ausencia “calé” una señora muy llena de “rebujitos” apostrofó:” ¿Qué se podía esperar de esa sarta de vagos a los que su mujer les soluciona la vida? ” Otra mujer, más entrada en años, sugirió que los gitanos solo sirven para eso: “cantar y engañar”.
Mi desconcierto quedó reflejado en el fondo del vaso de ese último cubatita ferial. Regresé recordando a los negros en Perú, eran el alma de los festejos señoriales en mi país del coño sur. Su entrada a la fiesta y su salida siempre era por la puerta de servicio. El clamor patriotero de contar con su presencia e invitarlos servía de barniz para dar cierto brillo social a los señores criollos.
La experiencia de la feria de Abril dejo esclarecida la utilidad del flamenquito en ciertos sectores. Siendo este incidente puntual, reconozco haberme negado desde esa noche a las juergas gitanas, por si acaso.
Ahora mismo en Sevilla, donde vivo, soy maestro de canto, teatro y voz .Por mi estudio pasan lo mejores exponentes de diferentes disciplinas artísticas. La principal duda que le planteo a un alumno en la primera entrevista es si quiere cantar, actuar o bailar ¿Para comer o para vivir? Según esa respuesta puedo deducir si quiere ser flamenco o “flamenquito”.
La extraña proliferación de dúos, juergas flamencas en Andalucía son una barbaridad. La presunta música popular se ha convertido en esa falsa vocación artística para evitar asistir a estudios superiores. Suponen que llevarse trescientos euros un fin de semana armando un festejo es un gran negocio, temen a las preguntas profundas. Nadie habla de por qué una raza por generaciones ha tenido el canto como protesta o testimonio de sus marginales vidas. La visión del amor, del placer, del dolor, de la religión pasado por el filtro del flamenco tiene una connotación social importantísima. Es la voz esencial del pueblo.
La mezcla de hip hop, de salsa, funky, perreo, de canciones latinoamericanas con el “flamenkito” crea confusión, no fusión. Logra el cometido inmemorial del poderoso: “Dividiendo, triunfas. Y confundiendo, ganas el poder.”
Por otra parte flamenco serio pasa por momentos gloriosos a nivel de difusión, aunque muy sospechoso por lo que se refiere al rescate o la conservación de valores originales.
Las excepciones de grandes “cantaores” asociados a los grupos de poder no dejan de ser anécdotas cuyo resultado no contribuye en nada. Ratificando la suerte de bufón cortesano a todos estos veteranos cuya hambre y ambición personal ha recreado esa dupla inmemorial de artista y poderoso. Los valores de una voz no radican solamente en sus armónicos, sus formas, sus tesituras y sus fuegos. Una voz es el fruto del esfuerzo y la conciencia. Los mismos pájaros cantan amaneceres sabiéndose portadores de la alegría y la belleza conceptual de ese encuentro.”Lo puro no es seguro” el purismo contribuye a nada. Lo importante será concebir un mundo más equitativo en las artes. Que sean los que están y que estén los que son. El veneno principal de la libertad de existir como artista se llama subvención. Es el bocado perfecto para cualquier domesticación.
Negros, cholos, chinos, mulatos. Gitanos, Inmigrantes, gays, frikis, piratas, marginales…en fin, seres normales. Gentes reales hemos conseguido tener siempre la voz del canto popular como respuesta contundente ante el abuso.
Flamenco y libertad en América son sinónimos. ¡No nos desengañen!
Richard Villalón
Sevilla, jueves 16 de Abril
http://www.richardvillalon.com/
(*)Bonobo (Pan paniscus), también llamado chimpancé pigmeo (o menos frecuentemente chimpancé grácil o chimpancé enano) Las relaciones sexuales juegan un papel preponderante en las sociedades de bonobos, ya que son usadas como saludo, como método de resolución de conflictos, como medio de reconciliación tras los mismos, y como forma de pago mediante favores tanto de machos como de hembras a cambio de comida. Los bonobos son los únicos primates (aparte de los humanos) que han sido observados realizando todas las actividades sexuales siguientes: sexo genital cara a cara (principalmente hembra con hembra, seguido en frecuencia por el coito hembra-macho y las frotaciones macho-macho), besos con lengua y sexo oral.
Los criollos son la exaltación manifiesta de la patria. Cultivan a fondo las tradiciones, (¿hay alguna tolerante?) radicales fundamentalistas, más papistas que el Papa, religiosos a ultranza, patriotas trasnochados y por supuesto muy alegres, muy chistosos. Vivir es un lugar para reírse. Cuidan sistemáticamente de diferenciar a los demás con respecto a su origen étnico, aquí viene lo aclaratorio, son ciudadanos a los cuales la vida les ha beneficiado de manera directa. Por supuesto aborrecen su origen racial y aplauden su situación económica. Un criollo es un ser malabarista, intrigante, poco cultivado, con un orgullo exacerbado con respecto a su “peruanidad”. Dividen al mundo en su corto cerco. Afirman que los chinos ponen tiendas en todas las esquinas del planeta, los negros son ladrones, las cholas son putas y los indios, son asquerosos. Comprenderán, son la máquina infinita de un racismo letal y eficiente.
Aclarado esto paso a reseñar mi experiencia y la razón de mi analogía del criollismo peruano con el flamenco.
Desde temprana edad viví cantando en el círculo criollo del Perú. Una especie de Joselito desencantado de cualquier régimen. El destino, la providencia, mi talento para huir ,me hicieron vivir desde los 14 años fuera de mi país de manera interrumpida.
Tengo que contar que mi madre es chola, hija de indio cuzqueño y su madre, mi abuela, era chilena, hija de chileno de origen vasco, y de madre inglesa. Por parte de mi padre mi abuelo fue de Trieste (Italia) judío sefardita. La madre de mi padre fue negra retinta, bailarina contumaz y curandera en los ratos libres que sus dieciséis hijos la dejaban respirar. Este curriculum me define con las características propias del criollo peruano. Nací zambo y crecí blanco. Educado en colegios de curas agustinos españoles y las sábados en la Sinagoga mas pobre de Lima.
Bendigo las circunstancias sexuales de mi vida, ellas me libraron de los dioses tutelares de varias culturas .Entregándome de manera religiosa a la magia de la plenitud, la diversidad y la libertad sexual. De esto último, han dicho hablando mal de mí, que simplemente sería el argumento utilizado por un Bonobo (*) defendiendo su promiscuidad.
Ahora paso a describir mi experiencia con el flamenco en Sevilla capital.
El Arte es como el amor, apenas buscamos razones, explicaciones, disecciones, lo destruimos. Cuando aprendí en mi país el folklore caí en la fascinación de participar en un acto mágico y colectivo. Es increíble como algunos ritmos hacen reaccionar a nuestras venas, cómo el corazón logra acompasarse. Provengo de un país donde la vida se dice cantando. La alegría del existir, las dificultades para atravesar el mundo, la sensación del amor y el dolor del abandono.
En Perú se canta casi todo. Lo callado es lo peligroso. Llegado a Sevilla el flamenco llamo especialmente mi atención. Mi fantasía más saludable era nunca encontrar “criollos peruanos” disfrazados en otras pieles. Las sevillanas, las soleas, las bulerías…haciendo fluir la sensación de unidad cuando uno asiste a una fiesta en cualquier lugar del mundo. Estaban aquí brillantes en expresión y soberanía. Ese conglomerado de carga emocional que arrastra el acto colectivo recrea el arte popular con su color de siglos. Llegué a la conclusión que disfrutar del folklore es una manera de sentirse mas demócrata, menos burgués culpabilizado. Hablar de lo flamenquito como algo personal parece ser un síntoma de pluralidad y amplitud. He visto a directores de algo, a señoras muy compuestas arriarse las faldas pasados los tres cubatas y entrar en un especie de trance vudú reencarnándose en gitanas puras. Cualquier acto musical esta cargado de una simbología nacionalista y social.
Una noche en medio de una fiesta de Feria sevillana, los feriantes preguntaban qué había pasado con el grupo de “flamenquitos” contratados. No llegaban.
Los dueños de la caseta contaban maravillas de sus cantes y lo gitanos que eran. Incluso ellos mismos, pasadas las horas, comenzaban a exagerar sus conocimientos de gitanería con acentos impostados. Llegadas las cinco de la mañana en medio del barullo y el desconcierto por la ausencia “calé” una señora muy llena de “rebujitos” apostrofó:” ¿Qué se podía esperar de esa sarta de vagos a los que su mujer les soluciona la vida? ” Otra mujer, más entrada en años, sugirió que los gitanos solo sirven para eso: “cantar y engañar”.
Mi desconcierto quedó reflejado en el fondo del vaso de ese último cubatita ferial. Regresé recordando a los negros en Perú, eran el alma de los festejos señoriales en mi país del coño sur. Su entrada a la fiesta y su salida siempre era por la puerta de servicio. El clamor patriotero de contar con su presencia e invitarlos servía de barniz para dar cierto brillo social a los señores criollos.
La experiencia de la feria de Abril dejo esclarecida la utilidad del flamenquito en ciertos sectores. Siendo este incidente puntual, reconozco haberme negado desde esa noche a las juergas gitanas, por si acaso.
Ahora mismo en Sevilla, donde vivo, soy maestro de canto, teatro y voz .Por mi estudio pasan lo mejores exponentes de diferentes disciplinas artísticas. La principal duda que le planteo a un alumno en la primera entrevista es si quiere cantar, actuar o bailar ¿Para comer o para vivir? Según esa respuesta puedo deducir si quiere ser flamenco o “flamenquito”.
La extraña proliferación de dúos, juergas flamencas en Andalucía son una barbaridad. La presunta música popular se ha convertido en esa falsa vocación artística para evitar asistir a estudios superiores. Suponen que llevarse trescientos euros un fin de semana armando un festejo es un gran negocio, temen a las preguntas profundas. Nadie habla de por qué una raza por generaciones ha tenido el canto como protesta o testimonio de sus marginales vidas. La visión del amor, del placer, del dolor, de la religión pasado por el filtro del flamenco tiene una connotación social importantísima. Es la voz esencial del pueblo.
La mezcla de hip hop, de salsa, funky, perreo, de canciones latinoamericanas con el “flamenkito” crea confusión, no fusión. Logra el cometido inmemorial del poderoso: “Dividiendo, triunfas. Y confundiendo, ganas el poder.”
Por otra parte flamenco serio pasa por momentos gloriosos a nivel de difusión, aunque muy sospechoso por lo que se refiere al rescate o la conservación de valores originales.
Las excepciones de grandes “cantaores” asociados a los grupos de poder no dejan de ser anécdotas cuyo resultado no contribuye en nada. Ratificando la suerte de bufón cortesano a todos estos veteranos cuya hambre y ambición personal ha recreado esa dupla inmemorial de artista y poderoso. Los valores de una voz no radican solamente en sus armónicos, sus formas, sus tesituras y sus fuegos. Una voz es el fruto del esfuerzo y la conciencia. Los mismos pájaros cantan amaneceres sabiéndose portadores de la alegría y la belleza conceptual de ese encuentro.”Lo puro no es seguro” el purismo contribuye a nada. Lo importante será concebir un mundo más equitativo en las artes. Que sean los que están y que estén los que son. El veneno principal de la libertad de existir como artista se llama subvención. Es el bocado perfecto para cualquier domesticación.
Negros, cholos, chinos, mulatos. Gitanos, Inmigrantes, gays, frikis, piratas, marginales…en fin, seres normales. Gentes reales hemos conseguido tener siempre la voz del canto popular como respuesta contundente ante el abuso.
Flamenco y libertad en América son sinónimos. ¡No nos desengañen!
Richard Villalón
Sevilla, jueves 16 de Abril
http://www.richardvillalon.com/
(*)Bonobo (Pan paniscus), también llamado chimpancé pigmeo (o menos frecuentemente chimpancé grácil o chimpancé enano) Las relaciones sexuales juegan un papel preponderante en las sociedades de bonobos, ya que son usadas como saludo, como método de resolución de conflictos, como medio de reconciliación tras los mismos, y como forma de pago mediante favores tanto de machos como de hembras a cambio de comida. Los bonobos son los únicos primates (aparte de los humanos) que han sido observados realizando todas las actividades sexuales siguientes: sexo genital cara a cara (principalmente hembra con hembra, seguido en frecuencia por el coito hembra-macho y las frotaciones macho-macho), besos con lengua y sexo oral.