Después
de la misa, habrá una orgía…
Cumpleaños
en Sevilla 2017
Tanto tú como yo sabemos que un día tomaré la
puerta, buscando implacable ese país imposible de inventar en vida. Su ausencia
premeditada asistió a verme dormir, a verme bailar cuando la soledad mordió los bordes de mí, de mí mejor abrigo.
Cual fotografía vahída quedaremos detenidos
escuchando vecinas supersticiosas, iluminados por fuegos artificiales de las
noches viejas, costillas de barcos con fantasmas resignados. Estrellas fugaces
sordas, respuestas mudas…
Nuestros zapatos se pondrán vacios, desolados,
lustrados hasta la extenuación, lengua afuera del placer.
Es verdad, nos hemos amado tanto, podemos llamarnos
inmortales. El ritmo de lo real ha quedado bajo el ritmo secreto de nuestro
corazón acompasado. Somos amantes coordinados en el eje de la discordancia
continua. Devastadores, turbios, piedras
delirantes contra el plano espejo de la
falsa paz. Causamos espanto, hechizamos como los precipicios atraen a las
cabras, como las jeringuillas a quienes se han hartado de perder, comemos con
las manos lo crudo, lo real. Algunos espantados distraen la mirada, somos imposibles de
descifrar.
Por eso la gente murmura cuando incendio mi palacio,
cuando subo a la nave de otro marciano, cuando riego de noche las albahacas
llorando anegado del adiós. Es como
alguien a quien le cayó el silencio de
los muertos, alguien confundiendo arena con arroz, el aire atrapado en el fondo
de un acordeón.
Me niego a ver la vida como un frio inventario. Prefiero
dejarla flotar en el aura morada del
azar, darle sorbos de té con luna reflejada. Cambiarle la costumbre de reír cuando
deba llorar. Besarle el silencio, lamerle el paladar, encontrarle sabor a vino
de Burdeos, hacerle cosquillas en la planta del pie con una pluma de mis
propias alas…
Cantarle bajito, mientras su brillo cabalga astuto
hasta la oscuridad rotunda para destruirla libre, sin culpa, ni piedad.
No me arrepiento. Pienso, justifico mi felicidad,
recurro a los segmentos de esta maravillosa profesión indómita, refulgente, sobria
libertad.
A pesar de los escenarios, los secretos, sus
disturbios, los mandamases mandados. A pesar de las falsísimas amistades. A
pesar de haber hervido demasiado el agua o enfriado hasta hacer piedra mi hielo,
nunca me arrepiento.
Entre mis lágrimas nadan hombres con penes
indomables, anos estranguladores casados con señoras replicantes. Mujeres pezones
de mármol, vaginas de cristal, clítoris de clavo herrumbrado… No me arrepiento
de llamar a José María mil veces despierto y seis mil soñándolo, de meterme
entre sus piernas para llegar a él. De calificarlo y descalificarlo porque un feroz
suicida habita la espuma de esta rabia interior. De verle extasiado dormir,
mientras el insomnio tira las puertas de esta casa donde nos tenemos que ir. No
me arrepiento de desear tanto el deseo
de no perder las ganas. De escuchar
rancheras mientras imágenes llenas de
terroristas pueblan la televisión demente. Llamar a mis demonios cuando un
botón pierde su ojal. De tejer, tejer, tejer como una araña asustada, mi
próxima trampa, “mi angustia, mi penar.”
De evocar a mis tías si aparece niebla en la mesa
del tarot, de cantar harawis cuando la palabra guerra es imposible dosificar. De
besuquearme con mí sombra si alguno de los dos, quiere desertar. De
emborracharme con mis muertos y apedrear la luz de la maldad con la misma piedra,
con la que ella acostumbra matar. De
provocar comezón en las partes íntimas de quien me tiene rencor.
No me arrepiento de llamar al número correcto del personaje equivocado,
evitar el whatsapp ¡Quiero hablar! Caminar por México absorbiendo su olor,
provocar una ola en Cuesta Manelli, sacarle los ojos al enmascarado sentido del
pavor.
No me arrepiento de odiar saludablemente, si
descubres seres incapaces de amar.
Posturas tibias y postureos de neón, rímeles exagerados, lanzas contra la
pasión. Me niego a la post-verdad, al señor que proclama porcelana siendo
arcilla en realidad.
Alguna madrugada sonámbulo cerraré la puerta
silencioso, iré a buscar el país donde querría vivir, a seguir sus rastros entonando
una canción. A construirlo minucioso, un
poco cínico, casi paciente. Ahora mi bufanda toca el diente frio de la muerte
en cualquier curva acelerada, en cualquier medicamento genérico de la seguridad
social, en cada grito desportillado si ataca el desencanto, entonando su
sonrisa de alquitrán.
Cerraré mi pecho con el destino alcanzado, el primer
recorrido de otro camino inventado.
Fui feliz, no me avergüenza lo utilizado para lograrlo.
Hice felices a quienes supieron preguntar lo necesario, aceptar lo importante,
deshacer lo intrascendente. Quererme con esta vida aceptando el peso de la
suerte, amarme en la inmensidad como en la peor escasez. Financiar sin miedo la
duración de mis noches y mis días. Así los años nunca aciertan su talla, su persistencia,
el efecto de sus daños. Declaro: Es el talismán perfecto contra sus estragos.
Por eso mismo, quedan invitados al resto del plan de
mi vida, los discriminados exhaustos exquisitos.
Si después de la misa no hay una orgía…es imposible la
existencia de alguna de las dos.
Villalón
Sevilla, 24 de agosto 2017