He rescatado mis zapatos para esta Noche de Muertos. Suenan pasos
viejos, callecitas con su enjambre de aplausos resonando. Confundiéndose con besos turbios en
bares donde la gente quería escapar de sus miedos sumergiéndose en el
fantástico sótano encerrado en cada vaso. Mis zapatos negros esta vez los
encuentro alternadamente enlutados como en ningún tiempo. Saben mis puntuales ausencias
de panaderías, de cines en mi país lejano, de dormir en camas extrañas donde un
pezón marcaba el norte de los deseos. Saben las veces cuando no pude desayunar
con la familia. Los disfraces de sus escapadas sigilosas en cuartos donde el
amor era un pretexto intentando apagar fuegos solitarios. Estos zapatos
atestiguan las tallas de la vida. Quedan bien, nunca igual. Saben de esta
garganta contenida en el charco del silencio impuesto. Con su reloj interno llegando
al punto cero para explotar, devastando las llanuras extensas donde crece la
soledad negándose a albergar pájaros. Conocen las claraboyas del corazón
soportando discursos con gente asquerosamente inconcebible. Mi alarma quiere
hablar esta noche final con las almas de mis muertos pasados. Reconciliarse por
haber traicionado la necesaria atención prestada…
Amigos del ahí voy…Olvidemos
las llamadas ausentes como herida después de la cicatriz, los atoles olvidados
en coches estacionados, los whiskys y su
pardo vómito de recuerdos secuestrados. Obviemos la literatura forzada, los
políticos evidentes desde su ceguera social. Las enfermedades prestadas como
vestido involuntario a la hora de asistir a una fiesta imaginaria local.
En México, alguien vagará sin saberme como tequila, dentro de
rancheras nacas, suelto en sus vasos capilares, amarillo en el orín de sus
esquinas turbias. Un autómata loco tocando timbres, periodistas rancios,
simulando alegría de feria al recibir portazos secos como calaveras sedientas.
Mujeres cantantes “lamiendo huesos” de poderosos encastrados en sus tronos de
un reino donde se cargaron de un grito fulminante, hosco, a la publicitada Serpiente
Emplumada.
En Lima alguien sentirá mi canto apenas se calle. Cantando
esas canciones atrapadas al revolotear ignorantes dentro de los estómagos de antiguas
radios. El vals del pubis esquivado, la mirada huyendo de la canela, el oficio
de parecer exageradamente peruano, cetrero, sagaz, equivocado. La sensación del
landó vuelto acción precisa hacia la eternidad del sexo buenamente conjugado. Quienes
preguntan la jodidez de Lima mientras desvisten sus sueños, previo pisco souer, ascendiendo. Pensando
lujuriosamente en alcanzar el Nirvana en el Extranjero.
En España mis uñas persistirán en defenderse. Aunque
disparen con piedra, con clavo, con armas masivas sobre estos pequeños pies que
sirvieron tantos siglos para burlarme de las escaleras, los pasadizos siniestros
donde los hijos delirantes, malnacidos de la derecha y su arpa vieja, siguen
tocando a un ritmo francamente angustiante.
Esta noche los Muertos saldrán para encontrarnos. No construiré
los altares acostumbrados. Ando buscando la fórmula para recuperar mi sombra.
Para dejar de hablar pendejadas, para
equivocarme acertadamente en mis malos
presagios. Estoy buscándome en los maridos resignados, viendo a su mujer terriblemente
más bonita que ninguna, paradójicamente
más lejana que aquel conejo viviendo en la luna. Rebusco en los huelguistas viendo
pasar un tren, iluminando esa quimérica esperanza al caminar kilómetros intentando
cambiar algo de lo irremediable. En los ahogados del mar escuchando lanchas,
con la sequedad de la sal en sus ojos morados, oyendo bajo el peso de la marea
aquellas razones para hacerlos criminales, por el mero hecho de negarse a morir
resignados en esta repartición injusta. Vivo persiguiéndome en los gritos
independentistas, entrando involuntariamente al manicomio sin DNI, confundiéndome
burocráticamente, sumando un loco extra a sus listas de locos.
Mis zapatos quedan perfectamente desfasados. Los pies siendo
los mismos, cuentan historias espantosamente parecidas al presente congelado. Mis
muertos saldrán a pasear buscando algarabía al confrontarse dos mundos
aparentemente diferentes. Verán mi pelo, grietas en mis labios, ojos plagados
de un nido de recuerdos. Preguntarán por qué no pido tumba en este gelatinoso día-noche
feroz. Para llegar a ser un buen muerto, antes necesito fulminantemente, mandar
a la mierda a esa estatua perversa donde nadie confirma si vive Dios…
Richard Villalón©®
31 de octubre de 2019