miércoles, 22 de octubre de 2008

Vaticinio


Hay vidas que no son vidas. Sólo son el fantasma de una ilusión.
(Anónimo)

Tomás hablaba de la doctora Carmen sonriendo, sabía sus trampas para distraernos. Ella vigila y cuida no costemos tanto a la seguridad social, total, somos simples peones en este inmenso ajedrez, tomemos lo que tomemos la muerte es demócrata, llega sin miramientos.
Vengo aquí casi por costumbre, lo mío es fácil, tengo dos vertebras malas y una depresión de caballo. Me tomo las pastillitas, me voy, me dan la baja, sigo fumando, tomando la realidad a trocitos. La vida es eso, una divertida manera de saltarse las reglas, las veces que el cuerpo resista.
A Tomás lo miraba opaco, como desenfocado en una cámara analógica. Será mi propia depresión quien hace perder brillo y colores a los paisajes del mundo, Tomás es divertido. Sabemos que un juego donde nadie pierde es fatal Él es un espejo gigante reflejando mis miedos. ¿Y si acabara así? Sentado en el centro de salud de Espartinas para siempre. Vagando como un zombi, buscando excusas para no volver al trabajo.
Ya van tres meses y no me recupero, no es la edad. Esa maldición inexorable que tarda años en llegar y nos hace esfumarnos a los ojos de los demás. Invisibles y vagabundos en dimensiones extrañas. Fantasmas de nosotros mismos. Heridos de ausencia, falta de atención. Las mujeres miran consternadas, con cara de ver un muerto y nunca preguntan la enfermedad que nos encadena. Ellas llevan su cruz sin explicarse la cruz de los hombres solitarios. Para ellas somos dos señores agrupados en esas sillitas siniestras haciendo apuestas sobres goles y presidentes ineptos.
Tomás me alegra la mañana, es un cateto dulce, no duda, dispara. Recoge radiografías, las agrupa transformándolas en un escudo inapropiado para enfrentarse al mundo, gastando una vida estrecha como el balcón por donde la mira.
Lo raro es su olor a musgo, a caja cerrada, a borde de carretera. Nunca supuse que mi tristeza traería alucinaciones. Pero no, él es real, espectro, pero real. Me dijo el jueves pasado: “Es verdad, estoy muerto. He resucitado pronto, vienen muchos muertos así y quería sentarme antes que nadie en primera fila. Me mataron por causalidad en la guerra civil .Era maestro, tenía amigos de todos los pelajes y matices, republicanos y rojos, ácratas y religiosos.
Una mañana seca como una hostia, un padre de familia me advirtió amenazando que dejara de explicarles a sus hijas lo de la libertad y el amor. Esa misma noche allanaron mi casa subiéndome a un camión y junto con varios más fui acribillado. La luna tenia un rubor de espanto cuando sentí las palas tapándonos de tierra y olvido.”
Su familia aún lo anda buscando entre pirámides de papeles y mentiras. La nada con que se aplacó su muerte, pesa mucho más que un mármol del Valle de los Caídos. Leo en su rostro la confusión de no saber comprender si murió como héroe o como traidor .Por eso se viene al Centro de Salud divertido viendo una España florecida después de la conflagración fratricida .Escuchando a los dueños del silencio convenido, viendo por la pantalla de plasma a un señor Garzón, empecinado en hacer volver a los muertos.
Después de esta revelación, Tomás pide un café. Dándome la mano presiento un organismo dolorido luchando por lograr una identidad clara .Le pregunto si al final hemos cambiado en algo, si los españoles de ahora hemos digerido la matanza de hermanos contra hermanos.” ¿Tú crees que a los dueños de la banca les gustaría compartir su sangre? ¿Crees que existe un centro en esta brújula descarriada?
La crisis brota como mala hierba y el primer augurio se ha cumplido: Cuídate del tiempo cuando los jabalíes asalten carreteras…”

Richard Villalón
Sevilla, martes, 21 de octubre de 2008
http://www.richardvillalon.com/
correo@richardvillalon.com

jueves, 2 de octubre de 2008

Carta Íntima para laPrensa Pública Mexicana



Este papel lo he ido aplazando por años. Cuando recuerdo mi trabajo y leo las cartas de amigos, fans, y detractores mexicanos llega otra vez un dolor esquivo, nunca realmente sabré donde me duele México. Breve, profundo espacio donde nunca volví a estar.
En Europa he intentado trabajar y sigo cantando. Esta Europa anti-pobreza, es la que me asusta cada día más. Aquí somos inmigrantes, ni siquiera tenemos espalda para sudar, somos números abstractos, acertando para devolvernos de donde nunca debimos salir. Se odia la falta de riqueza, la miseria es otro cuento.
No sabéis cuánto he llorado buscando mi propia imagen mexicana. Es como cuando el ordenador se vuelve contra el amo haciéndose su propio dictador. Negándonos todo lo escrito, lo sentido, lo cantado. Jurándonos quitarnos lo bailado en su capricho. Por suerte en mi memoria hay archivos donde la prensa mexicana apoyó mi trabajo, donde la gente de la calle me reconocía en los mercados y también hay muchas puertas cerradas por mi condición sexual, mi situación de extranjero y sobretodo por lo peligroso de mi presencia. Salí de México en Noviembre del 94, aun tengo cajas cerradas en mi casa Sevillana. Ningún amigo artista me retuvo, todos creían que era por amor a mi pareja (dicen que el amor vuelve locas a las mujeres y a las locas… pendejas), hombre con el que he compartido casi todas mis mejores alegrías y a quien a veces cuelgo como milagrito mis peores depresiones. He estado a punto de tirarme de muchos trenes en plena carrera y he visitado muchas madrugadas Coyoacán hecho fantasma. Realmente este papel es una confesión creo a tiempo, han pasado casi catorce años. A mi me echaron los judiciales, los secuestradores del arte, algún que otro amante chaparrito de ideas.
Me echaron ciertas brujas apegadas a las consignas de servir al poder con tal de estar.
Así tuve que salir, sabiendo dolorosamente, que el pueblo mexicano ama la cultura,
el teatro, la voz de sus cantores, los trazos de sus pintores, la palabra de sus poetas. Unos saben permanecer , flotar al menos. Confieso, me harté de cazar contactos, agradar al PRI y cocinar en la misma olla el bien y el mal. No se puede ser contestatario cuando hay que lamer la mano de cualquier amo.
Esta carta la hago para quienes quieren ver el desarrollo de mi trabajo ahora mismo.
Pronto volveré al DF .Nadie me habla bien ahora de esa ciudad. Leo las manifestaciones y parece que la seguridad es un caos. Pero ¿Qué mal podría hacer con mi voz cantando? ¿Es malo afirmar que solo los artistas transformamos el horror en belleza?
Escribo y releo las líneas de mis manos. Tengo edad para reconocer: “La juventud es el mejor tiempo para desperdiciar las grandes oportunidades.” Extraño el atole en las mañanas de mis miedos más feroces, los tacos todo el día como una sicopatía y el sexo de los ángeles descarriados. Espero que esto sea difundido, leído entre la gente de la cultura. Richard Villalón canta siempre con el alma. Ahora vuelvo acorazado, frágil como siempre. No quiero ser la sangre inútil que rodó por los canales de las pirámides. ¡Quiero por favor redimirme de mi mismo!, Es cierto ,fui cobarde por no aguantar, pero nunca desleal. He intentado estos años hablar con periodistas y ellos me han ignorado porque me prefieren como leyenda urbana. Hay música de mí en el Tianguis del Chopo y en un cuartito en la memoria de la gente mexicana. Esta carta la escribo porque la primera señal de mi regreso se ha cumplido:”El día que atropellen un elefante en DF deberás volver como saliste.” Quiero consumar mi propia profecía. Soy el encantador del dolor, del fuego al rojo blanco, un naufrago eterno de la felicidad preconcebida. El vampiro que se nutre en el tequila de una ranchera bien sentida. El extraterrestre alucinando por el Día de Muertos en el calor de una cantina…

Richard Villalón
Sevilla, miércoles, 01 de octubre de 2008
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Entrevistas y Material.:0034 955712304
656306524
Agradecemos su publicación en vuestros medios.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Oswaldo




Zíngaros: Los romaníes prefieren la forma sin z, porque esta letra recuerda al tatuaje empleado por los nazis en los campos de concentración para identificarlos.

“El Lupo” tenía dientes amarillos, aliento a Pisco peruano, a cigarrillos negros marca “Inca”. Era escultor, había aprendido a darle levedad al metal duro, ponerle forma, transformarlo en ángeles. Llegado de Italia, luego de una escandalosa escala en Cuba. Venia huyendo para darse de bruces con su destino: Emilia. Quien bailaba desnuda para presidentes y señores diputados, cada vez que en 28 de Julio -aniversario de la independencia nacional peruana- la fiesta continuaba…
Él soñaba a gritos con Ferramonti-Tarsia, un campo de concentración especial, allí su familia desapareció cantando canciones zíngaras, bromeando acerca de cómo fabricar un ataúd más barato usando maderas incendiadas en los bombardeos contra Mussolini. “El Lupo” se encontró desnudo, tembloroso, tatuado; justo cuando dos camisas negras borrachos se desatendieron, logrando meterse en la carretilla cargada de muertos lechosos rumbo a la cal viva. Contaba que en un descuido se echó un pedo tan clamoroso y vibrante que los guardias rieron: “Hasta después de muertos, los judíos huelen mal.” El Lupo justificaba:” No era odio lo que cargaban los fascistas italianos, era un herencia oscura alimentada por siglos de resentimiento.” Bondadoso, él nos enseñó a amar su Trieste natal, el lugar más hermoso del universo. Nos cantaba baladas llenas de barcarolas perdidas en la mar y madres llorando un regreso no cumplido. Lupo se casó con Emilia, enseñándole ésta otros horrores. En Perú, las negras como ella, eran pequeñas diosas caprichosas, dinamita entre las piernas y ansias de carne blanca parecida al canibalismo.
Emilia reía sin modestia, contando sus enculamientos de yegua. A partir de la conexión carnal, ese mismo instante, ella salía despedida del mundo. Entregándose a un demonio menos bruto que nuestro diablo...A un Dios más mañoso que el colgado de la iglesia.
Los dos a la vez. Ellos amaban así, a golpes y rasguños. Nunca importó la edad de los nietos, ni la de sus trece hijos misteriosos. Ella alardeaba que en el Palacio de Gobierno la habían bañado con Champán francés mientras un general daba un golpe de estado, nombrándola “la mejor chucha del mundo” (coño en español). “El Lupo” consternado, la perseguía como perro a media paja. Sus encuentros eran sonoros, nada delicados. Visitando la casa de mis abuelos era difícil no enterarme, el abuelo se había levantado cual Lázaro de la tumba y mi abuela lo había cobijado en la profundidad remota de su cuerpo ennegrecido. Mirando trastornada a la pared, haciéndolo su príncipe venusino, veneciano…
“Gulash, fideos de patata y bolas de masa con queso comen en Trieste cuando la mar serena mira con su panza azul el trajín de los pescadores. Las mujeres eran morenas como vírgenes salidas del medioevo y mis hermanos intercambiaban esposas para no aburrirse de los mismos pechos”. Mi abuelo judío sefardita, italiano del norte frente a Venecia, lloraba en un español seco, sin hielo, nadie acababa por entenderlo. Como artista tejía un mundo diferente haciéndose amar por cualquiera para no perderse en la furia del exilio involuntario. Le veía por las calles sucias y malas de Lima, parecía realmente rehén de esa ciudad. Castigado por haberse librado de la muerte, escapando entre los muertos.
Emilia lo amaba, le decía “El Lupo”, así lo apodaron sus hermanos, por lobo, por zorro. Su única astucia fue no tenerle miedo al miedo. Subido a las azoteas, cantaba a voz en cuello extrañas canciones italianas, cocinaba “tuco” (del italiano suco, zumo o jugo de tomate), contando sus mujeres y peces plateados inexplicablemente multiplicados. “El Lupo” supo ser equilibrista de las culturas cruzadas .Tuvo hijos con negras, con cholas, con chinas. Naciéndole bellos, bestias, sangrientos y persignados. Salieron certeros para matar de un solo golpe, tercos por llegar a cimas inaccesibles. Sus hijos sumaron su osadía. Cumplidos los 72 años decidió divorciarse de Emilia, negándose a firmar en el papel “por mutuo acuerdo”.
Él quiso aclarar, dejaba a Emilia, mi abuela:” ¡Por puta!”. Emilia dejó de llorar cuando confesó gritando: “¡el platanero sí me pagaba!”. Lo hacía para compararle al Lupo su Pisco peruano, sus cigarrillos marca “Inca” y los alucinantes tomates domingueros para embelesarnos con su “tuco” italiano.

Richard Villalón.
Sevilla, 30 de septiembre de 2008
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