Demos Gracia
Las manos duelen los sábados, hartas de cansarse, amarillas
por descansar en el mismo sitio.
Mis dedos han regresado desde la madrugada, después de inventar
botones, palancas o teclas, en su sonambulismo angustiado. Les
cuesta explicarse esos discursos trepando paredes, radios, tv y las redes del
mundo, repitiendo machaconamente supuestos cambios. ¿Vender el queso antes de
la vaca, es política buena?
El domingo hay que votar y botar. Entre tanto bote, estoy seguro,
ninguno será agraciado con la lotería. Esto no es pesimismo, ni indigestión
nocturna, ni postparto depresivo... Luego de tanta democracia, escogemos
fatalmente a aquellos quienes políticamente correctos, nos dan cucharadas
necesarias para curarnos, procurando no acabar con la enfermedad. Evitando por
conveniencia, dañar la máquina perfecta de nuestra ansiedad por una vida mejor,
aunque en ese ejercicio sibilino cercene
los sueños. Rápido, sin piedad con
diurnidad alevosa. Cargándonos en su tren delirante, en ese rumbo incierto de
su lucha personal hacia el poder. Lo siento, los políticos así lo han
demostrado. Será distinto cuando lejos de palabrerías técnicas y emociones
exprés, demuestren ser personas buenas.
Este horrendo mandato se ha cargado con frías y feroces palabras,
con estadísticas opacas como azulejos,
con pantallitas de plasma especialistas en maquillar de interesantes, a los
plastas. Se han cargado la alegría, la broma, el aire limpio, usando trampas de
pájaros, unos corruptos a la medida, unas soluciones dementes. Nos han dado
pildorazos de poder, sacándonos los ojos a nosotros, sin ser de goma. Tratando de convencernos de nuestra torpeza al
intentar descifrar su verdad oscura, disfrazada de transparencia. Han llegado a
declarar las colas del paro, como una troupe de ópera, figurantes
descerebrados. Para luego diluirlas en cifras incorrectas.
Aquí no hay pobres, solo gente yendo como hormigas
avergonzadas a los comedores populares “porque no saben cocinar”, gente
inadaptada queriendo seguir comiendo a diario. Estos adalides de lo correcto,
han afirmado por decreto: La dieta mediterránea dictamina, el hambre es ingrediente
imprescindible para llegar a ser un gourmet. La gente se va del país porque son
unos aventureros hartos de bienestar, prefieren limpiar casas, vivir en los
extrarradios de las ciudades ajenas para extrañar al país, su madre España,
como quien extraña a una madrastra cruel, ladina e impresentable
Quienes no podemos zarpar, quedamos hechos sal, petrificados…
el recibo de la luz corta los dedos con sus filos inexplicables. Seguir la
huella de la alegría después de la lluvia, es mirar cómo se desvanecen las
brillantes huellas de los caracoles del azar. Es eternizar el momento donde las
etiquetas de los precios, marcan la impotencia, para quedarnos simplemente pobres,
castigados por esa manera extravagante de querer morir bajo sus pautas.
Además, aseguraran atrevidos que nuestra
sangre se encoleriza, solo por el caprichoso hecho de llamar la atención. Aquí
el trabajo crece como hongos, donde minimizados en sueldos y bienestar, nos
jibarizan hasta el punto de quitarnos, derechos y por si acaso, piedras.
Nos califican de malagradecidos, con su miseria programada
desde gabinetes ministeriales. Según ellos, somos sátrapas buscando
arbitrariamente nuestra comodidad. Con esa austeridad del embudo: Lo ancho para
ellos pocos y lo angosto para nosotros muchos. Rehuimos al sacrificio por
nuestro inaudito narcisismo .Queremos vivir despreocupados, huir de ojeras, estrenar
buenos orgasmos…
La gente se muere esperando hospitales, los desahucios son las
brujas revoloteando en las alturas de
los cuentos. No existe un Hada para quitarnos a punta de varita mágica, la memoria
de cuando nada era tan peor.
Nos han rodeado de silencio, estadísticas manidas y
desinformación, al final es lo mismo.
Cantar se hace más difícil cada vez y escribir es un acto
masturbatorio público.
Ningún partido ha hablado de la Cultura de manera seria,
hemos sido parte de un ingrediente, pero no el germen primordial, en esta
retahíla del “Sálvese quien pueda” y “Tú Más”.
Los nuevos hablan de porcentajes, IVAS, paraísos utópicos. Los artistas quedamos
excluidos otra vez del sistema, los artistas sobramos. Los artistas estamos
condenados.
Bien agradecería mañana al votar que recordáramos: Sin
cultura los pueblos son borregos yendo al matadero.
Los artistas, su razón de ser primordial, estamos perseguidos,
sesgados, rematados. Cruzando fronteras, exiliados de nuestros propios sueños.
Tenemos que cantar, pintar, bailar, escribir o crear
pensando en un amo llamado Arte, custodiado por un tirano llamado Mercado.
Sin dudarlo los políticos son la zanahoria en la punta de un
palo.
Mañana al votar pensemos en la vida. Ese antónimo de la
palabra política.
Votemos como artistas, ahora vivimos excluidos igualmente. Nos
han transformado en artistas del hambre, en la esperanza pertinaz que usa el
hombre, contra la perfecta estrategia del caos.
Richard Villalón
Sevilla, sábado, 19 de diciembre de 2015
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