miércoles, 2 de abril de 2008

Magdalena en Abril




Cartería

1. f. Empleo de cartero.
2. f. Oficina inferior de correos, donde se recibe y despacha la correspondencia pública.
Carteria.- carta desde las arterias…


Magdalena, cuando llegué a Sevilla, lo primero radiante, hipnotizando mi corriente sanguínea, fue la Feria de Abril. Mujeres mariposas volantes, hermosas. Hombres firmes, centauros, miradas de metal, alados…
Un campo iluminado por casetas donde parecían haber aparcado las naves más fantásticas de un planeta desconocido, por descubrir.
Música, mucha música, así concluí que el jardín de la alegría había plantado sus raíces mas caprichosas aquí. El Edén de los cuadros era una imitación burda de esta Feria, donde estábamos blindados tras el alcohol, guiños seductores, trajes llenecitos de flores bordadas como humo.
La Feria es eso. Una alegría, como simulacro constante para escapar de días poblados por desconsuelos habitados y deshabitados. Aquí me quedé, subyugado por el lujo de vivir riendo, escuchar lluvias en Abril, sentarme entregado al Guadalquivir, usar el fondo de un vaso de fino, como horizonte .Sentirme volando sobre el olor de los fritos, las gambas, los quesos, jamón recién cortado…
Magdalena, eso fue “mi presente”.Pero cuando acababa la Feria acaba todo.
Después de estos doce años, no me repongo, vivo en esta ciudad- ilusión con una sonrisa casi mueca. La alegría queda diluida en gracias salteadas, en gente acumulando chistes como quien guarda cromos para intercambiarlos en los bares el resto del año.
Floto vacío, una sevillana terca repitiéndose en este cuarto, donde el corazón se deja tragar por la tristeza. Un televisor escucha los palillos con los que la soledad se contonea, loca por no quedar en quimera.
Te cuento esto porque sería bueno advertir a la gente, mientras bailas, la existencia de ciudades espejismos repartidas por la vida de los esperanzados. Debemos cuidarnos de esas alegrías tan antiguas, ellas, como cualquier sirena, embaucan al despistado haciéndole naufragar.
Algunas noches me despierta la sensación de deambular calles en mi ciudad mexicana, siento tenebrosamente a los demás, despreciándome por quedarme aquí. Haber perdido mi magia de sobrevolar, abandonar tanto al bien como al mal. Un Limbo sin brújula para culpar.
Esta ciudad prisión me ha transformado. Callado junto a una rueca donde los días se parecen a si mismos y el amor de mi vida es el centro exacto donde la realidad me obliga a disparar torpes dardos.
Canto muy de cuando en vez. Cuando canto algo ha manchado tan “negramente” el arco iris de mi voz pareciendo no existir ningún detergente para limpiar esa mácula. Vivo una resaca eterna. No entiendo lo que pasa… la garganta seca como arena…
Mi vida dividida viendo a un partido político haciendo callar al otro. Gente de la calle, debiéndole siempre algo al futuro. Un fandango laberinto del cual nadie se resigna.
De tan triste que me han hecho, ni siquiera voy a los cementerios a disfrutar la vida, presagiando la estación a donde llegaremos, sin despojarnos lo danzado.
Magdalena, tu recuerdo bailando contra el dolor, es mi amuleto. Exorcizando con tu belleza los daños del mundo. Tu trenza en mi casa, iluminando ese jardín donde aventurábamos un futuro trabajando. Lejos de nuestro país geográfico, inventando nuestro país común. Hermana, raptada por esta distancia insuperable… ¡Cuánto me faltas!
Va a ser verdad, el amor nos esclaviza cuando es el verdadero, el fulminante, el detonante, echando por tierra nuestros sueños, soñados. Nunca debí dejar aquellas ciudades donde la Feria era la vida sobrevivida. No celebraba solo en Abril la vida. La gente cargaba su música en el fulgor de una mirada persiguiendo estrellas fugaces cada sexenio, tú cocinabas ingredientes cambiados mientras el sortilegio de tu presencia hacía saltar los obstáculos para llegar a la felicidad. Magdalena damita dinamita derribante…
Magdalena esta ciudad no es mala, el problema es que nunca comparte la dirección, ni el teléfono de su perversión.
Cuando bailes advierte al mundo, soy un rehén de la belleza. No puedo escapar.
Es Abril, ahora retorna ese barco fantasma de la Feria. Con sus pasajeros ebrios de una luz inventada, donde la proa se hunde y se sigue bailando. Ciegos de ser únicamente sevillanos.
Pondré mis mejores sonrisas en el tarjetero y de caseta en caseta el mundo se volverá efervescente. La existencia tendrá un compás de sevillana reiterante, las gentes repetirán “como Sevilla no hay dos…”.
Ya no soy extranjero en esta ciudad tan suya, mis diferencias marcan esa distancia siempre. Soy extranjero de mi mismo. Cuando bailes recuérdame, nunca como estoy, más bien como contigo fui…

Richard Villalón
Sevilla, Martes, 01 de abril de 2008
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