viernes, 25 de agosto de 2017

Después de la misa, habrá una orgía…

Después de la misa, habrá una orgía…





Cumpleaños en Sevilla 2017


Tanto tú como yo sabemos que un día tomaré la puerta, buscando implacable ese país imposible de inventar en vida. Su ausencia premeditada asistió a verme dormir, a verme bailar cuando la soledad  mordió los bordes de mí, de mí mejor abrigo.
Cual fotografía vahída quedaremos detenidos escuchando vecinas supersticiosas, iluminados por fuegos artificiales de las noches viejas, costillas de barcos con fantasmas resignados. Estrellas fugaces sordas, respuestas mudas…
Nuestros zapatos se pondrán vacios, desolados, lustrados hasta la extenuación, lengua afuera del placer.
Es verdad, nos hemos amado tanto, podemos llamarnos inmortales. El ritmo de lo real ha quedado bajo el ritmo secreto de nuestro corazón acompasado. Somos amantes coordinados en el eje de la discordancia continua. Devastadores, turbios,  piedras delirantes contra  el plano espejo de la falsa paz. Causamos espanto, hechizamos como los precipicios atraen a las cabras, como las jeringuillas a quienes se han hartado de perder, comemos con las manos lo crudo, lo real. Algunos espantados  distraen la mirada, somos imposibles de descifrar.
Por eso la gente murmura cuando incendio mi palacio, cuando subo a la nave de otro marciano, cuando riego de noche las albahacas llorando anegado del  adiós. Es como alguien a quien le cayó el silencio  de los muertos, alguien confundiendo arena con arroz, el aire atrapado en el fondo de un acordeón.
Me niego a ver la vida como un frio inventario. Prefiero dejarla  flotar en el aura morada del azar, darle sorbos de té con luna reflejada. Cambiarle la costumbre de reír cuando deba llorar. Besarle el silencio, lamerle el paladar, encontrarle sabor a vino de Burdeos, hacerle cosquillas en la planta del pie con una pluma de mis propias alas…
Cantarle bajito, mientras su brillo cabalga astuto hasta la oscuridad rotunda para destruirla libre, sin culpa, ni piedad.
No me arrepiento. Pienso, justifico mi felicidad, recurro a los segmentos de esta maravillosa profesión indómita, refulgente, sobria libertad.
A pesar de los escenarios, los secretos, sus disturbios, los mandamases mandados. A pesar de las falsísimas amistades. A pesar de haber hervido demasiado el agua o enfriado hasta hacer piedra mi hielo, nunca me arrepiento.
Entre mis lágrimas nadan hombres con penes indomables, anos estranguladores casados con señoras replicantes. Mujeres pezones de mármol, vaginas de cristal, clítoris de clavo herrumbrado… No me arrepiento de llamar a José María mil veces despierto y seis mil soñándolo, de meterme entre sus piernas para llegar a él. De calificarlo y descalificarlo porque un feroz suicida habita la espuma de esta rabia interior. De verle extasiado dormir, mientras el insomnio tira las puertas de esta casa donde nos tenemos que ir. No me arrepiento de desear  tanto el deseo de no perder  las ganas. De escuchar rancheras  mientras imágenes llenas de terroristas pueblan la televisión demente. Llamar a mis demonios cuando un botón pierde su ojal. De tejer, tejer, tejer como una araña asustada, mi próxima trampa, “mi angustia, mi penar.”
De evocar a mis tías si aparece niebla en la mesa del tarot, de cantar harawis cuando la palabra guerra es imposible dosificar. De besuquearme con mí sombra si alguno de los dos, quiere desertar. De emborracharme con mis muertos y apedrear la luz de la maldad con la misma piedra, con la  que ella acostumbra matar. De provocar comezón en las partes íntimas de quien me tiene rencor.
No me arrepiento de llamar  al número correcto del personaje equivocado, evitar el whatsapp ¡Quiero hablar! Caminar por México absorbiendo su olor, provocar una ola en Cuesta Manelli, sacarle los ojos al enmascarado sentido del pavor.
No me arrepiento de odiar saludablemente, si descubres  seres incapaces de amar. Posturas tibias y postureos de neón, rímeles exagerados, lanzas contra la pasión. Me niego a la post-verdad, al señor que proclama porcelana siendo arcilla en realidad.
Alguna madrugada sonámbulo cerraré la puerta silencioso, iré a buscar el país donde querría vivir, a seguir sus rastros entonando una canción. A construirlo  minucioso, un poco cínico, casi paciente. Ahora mi bufanda toca el diente frio de la muerte en cualquier curva acelerada, en cualquier medicamento genérico de la seguridad social, en cada grito desportillado si ataca el desencanto, entonando su sonrisa de alquitrán.
Cerraré mi pecho con el destino alcanzado, el primer recorrido de otro camino inventado.
Fui feliz, no me avergüenza lo utilizado para lograrlo. Hice felices a quienes supieron preguntar lo necesario, aceptar lo importante, deshacer lo intrascendente. Quererme con esta vida aceptando el peso de la suerte, amarme en la inmensidad como en la peor escasez. Financiar sin miedo la duración de mis noches y mis días. Así los años nunca aciertan su talla, su persistencia, el efecto de sus daños. Declaro: Es el talismán perfecto contra sus estragos.
Por eso mismo, quedan invitados al resto del plan de mi vida, los discriminados exhaustos exquisitos.
Si después de la misa no hay una orgía…es imposible la existencia de alguna de las dos.

Villalón
Sevilla, 24 de agosto 2017